SAN MARTÍN DE LA VAL D´ONSERA. SIERRA DE GUARA
“Hoy, antes del alba, subí a la colina, miré los cielos
apretados de estrellas y le dije a mi espíritu:
- Cuando
conozcamos todos esos mundos y el placer y la sabiduría
de todas las cosas que contienen, ¿estaremos tranquilos
y satisfechos?
Y mi espíritu dijo:
-No. Ganaremos
esas experiencias solo para seguir adelante”
BARRANCO Y eRMITA DE SAN MARTIN DE LA VAL D´ONSERA
TIEMPO DE IDA Y VUELTA: 3 HORAS, 20 MINUTOS
KM: 12,29 KM
DESNIVEL: 1.166 MTS
DIFICULTAD TÉCNICA: MEDIA
DUREZA: MEDIA
OJO¡¡¡ POR EL PASO DE LA VIÑETA NO PASAR SI SE TIENE VÉRTIGO
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QUÉ VEREMOS:
Un lugar mágico y misterioso, oculto en la profundidad de la
sierra de de Guara.
A este lugar se accede tras una tortuosa travesía
entre la densa espesura del bosque, por un estrecho sendero de tierra o sobre
las propias rocas del barranco, otras veces entre laderas desnudas al borde del
precipicio sujetos de un fino hilo, otras, rodeando barbas de blancos líquenes
y parches de musgo verde.
Puede que sea un Lugar Encantado.
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Una vez pasado la ciudad de Huesca
en dirección a Barbastro ascendemos la cuesta conocida como “Estrecho de Quinto”.
Nada más alcanzar el alto un desvío a la derecha en recorrido a Loporzano. De aquí,
seguir las indicaciones a San Julián de Banzo con cuidado por una estrecha
carretera. En una cerrada curva un cartel grande indica la pista a seguir. Pasamos
junto a un almacén que dejamos a la izquierda y pocos metros más adelante
encontramos un pequeño aparcamiento y el inicio de nuestra excursión.
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Estas son las formaciones rocosas conocidas como "El Salto de Roldan",
Dice la leyenda que cuando Roldán iba huyendo de Zaragoza hacia Francia, herido y acosado por sus perseguidores sólo le quedó la opción de subir hasta la Peña de Amán, la de la derecha.
Al encontrar el paso cortado por una profunda foz y viéndose completamente rodeado por sus perseguidores, tiro con fuerza de las riendas de su caballo, pico las espuelas y salto al vacío.
Para sorpresa de los perseguidores, el caballo dio un gran salto y consiguió alcanzar el otro extremo de la Foz, la Peña de San Miguel, en donde hoy todavía pueden apreciarse las huellas que dejó el corcel.
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Una cálida mañana de verano o
una fresca mañana otoñal habría estado mejor, una mañana invernal en la que
habían caído unos pocos copos de nieve no era la mejor de las opciones pero lo cierto
es que para nosotros era realmente extraordinario estar allí, fueran cuales fueran
la estación y las condiciones. Y, además, contábamos con otra ventaja, las moscas no nos molestarian.
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El recorrido comienza en el fondo de un barranco
acostumbrado a desaguar grandes avenidas, las erosionadas paredes muestran
claros signos del paso del agua. Por ello es prohibitivo realizar la excursión
si se prevé lluvias o tormentas, el peligro de permanecer en el cauce en
este caso es elevado ya que no dispone de fáciles escapatorias y la cubeta del
barranco recoge el agua de una gran superficie de las montañas adyacentes.
Conforme nos vamos adentrando las paredes
laterales van ganando en altura.
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La flecha del tiempo.
Emplearé la expresión “flecha del tiempo” para describir la propiedad unidireccional del tiempo.
Dibujemos una flecha del tiempo arbitrariamente
Si al seguir su curso encontramos más y más elementos aleatorios en el estado del universo, en tal caso, la flecha estará apuntando al futuro. Si por el contrario, el elemento aleatorio disminuye, la fecha apunta al pasado.
Sin embargo, cada vez que paso por este mismo lugar, junto a esta flecha, siempre la he visto apuntando a la misma dirección. Quizá se junten los recuerdos del pasado con el futuro que nos va a sorprender.
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UUUYYY¡¡¡ Creo que me siento vigilado.
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El agua siempre tiene un no sé qué que calma nuestro
espíritu. Y cuando la vemos encajonada entre dos muros de piedra que se alzan
hasta el infinito, parece transmitir mayor tranquilidad, domada por el paisaje
que ella misma ha construido con paciencia.
Este lugar, donde mana una pequeña fuente y el agua resbala
por la piedra creando un reguero, es conocido por el nombre de su escultor, el
viento que continúa realizando su lento trabajo y circula por el lugar silbando
entre sus esculturas: La Puerta del Cierzo.
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Os voy a contar una historia: una historia
“real”.
El
origen de la ermita de San Martín de la Bal d'Onsera es un tanto incierto
aunque se cree que es de origen visigótico, los primeros datos que tenemos son
del lejano 1075. Hay quien atribuye
sus oscuros orígenes al Santo Urbez, quien lo hubiera habitado como anacoreta
hacia el año 750 d.C.
Allí vivió
Martín “un monje” que fue quien partió su habito en dos con su espada cuando todavía
era soldado y se lo dió a San Urbez cuando este pasaba frío. De este modo el
santo se le apareció una noche para agradecérselo y Martin se retiro de soldado
para viajar a este recóndito lugar. El Culto a San Martín, posterior obispo de
Tours y patrón de Francia se extendió por los Pirineos a
partir del s. VI.
El monasterio de San Martín de
la Val d’Onsera fue un famoso lugar en la
época medieval. Este lugar esta
relacionado con el mito de la fecundidad.
El rey de Aragón
Pedro IV acudió a San Martín de la Val d’Onsera para pedir un milagro: que su
tercera esposa, Doña Leonor, tuviera descendencia,
como así fue.
Difícil imagino
el viaje de la reina y su séquito por tan angostos paisajes, cargados de equipajes y ropajes.
Cundió el
ejemplo entre los nobles, y se sabe que Don Alonso Felipe de Gurrea y Aragón,
conde de Ribagorza, y su tercera mujer.
También
los Duques de Villahermosa obtuvieron del santo el beneficio de la descendencia.
Tras subir descalzos en el año 1524 Don
alfonso con Doña Ana Sarmiento hasta la Santa Casa a visitarlo. Y de allí a
nueve meses, tuvieron un hijo, al que pusieron por nombre, Martín.
ASÍ, PUES, TENER CUIDADO
Y ES QUE PARECE SER QUE
ESTA AGUA
TIENE PROPIEDADES DE FECUNDIDAD.
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En este
punto debemos optar por dos senderos.
Nosotros
nos decidimos a la ida por subir por el Paso de la Viñeta, desaconsejado para
los que padezcan de vértigo y volver por la senda de los burros más suave.
Seguiremos todo recto, como indica el cartel, nada más coger el sendero, el piso se
complica, ya que hay zonas de grandes rocas, tras unos metros, la vegetación
desaparece, y llegamos al Paso de la Viñeta, un
tramo aéreo, que en su primer tramo se encuentra equipado con sirga.
Tras
superarlo sin mayores dificultades, llegamos a un segundo
tramo, equipado con barandilla, la caída en este punto es importante, por lo
cual avanzamos con precaución.
Tan solo nos falta un tercer tramo, donde nos
toca hacer un par de trepadas. Nos ayudamos de las manos o la sirga, tras un
corto tramo de subida, llegamos hasta el Collado de San Salvador, el punto más alto de la ruta, y donde se une con la senda de
los burros.
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Una vez aupados en lo alto del
collado reparamos que nos encontramos en una espléndida atalaya, los
bosques ocultan la ladera por donde desciende la senda de los burros por donde más tarde descenderemos. Distinguimos hondonadas, valles y alturas. Giramos 360º pausadamente,
recobrando el aliento del ascenso y tropezamos de sopetón con los farallones rocosos,
la llamada Piedra del Mediodía, el la siguiente foto, reina y señora de este territorio.
VERDADERAMENTE IMPRESIONANTE¡¡¡
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La peña sobresalía imprevista, sobre su cumbre, se elevaban en
vuelo giratorio una colonia de buitres. Pensé en su semejanza con un puño
cerrado. Parecía un puño que se hubiera abierto camino entre la tierra y el
cielo, con laderas desnudas como nudillos de piedra. Erosionadas piedras grises
con parches naranjas, cubierta con
algunos fragmentos de líquenes.
Si la piedra hablase, en Guara habría un
continuo murmullo. Esta sierra y el territorio que bautiza, dejaría
escapar como borbotones las palabras procedentes de sus tozales, de sus
mallos, de los montes que le dan forma, que no hablarían de las excelentes
vistas que ofrecen; de sus cañones. Mantendrían un cuchicheo incesante
entre las grietas, abiertas por el hielo, atesoradas de edad y del paso de los
ríos,
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Nos toca realizar un descenso intrépido, La piedra
que hace de suelo se encuentra muy pulida y no recomiendo bajar con el suelo húmedo,
altamente resbaladizo. Una sirga nos sirve de ayuda, de pasamanos que descendemos
con cuidado y precaución. Se baja bien pero la caída puede ser gorda.
Sobre nuestras cabezas los buitres se habían
dado cuenta de nuestra presencia y emitían voces amenazantes y guturales.
Conforme el descenso se convertía más inclinado y zigzagueante sentía una opresión
creciente.
Pensando en la situación, sentí que aquella podría
ser mi última aventura. Si todo terminaba allí no era un mal lugar; jamás había
visto un paisaje tan extraño.
Mi esqueleto yacería en el fondo del barranco
dando un toque macabro después de haber sido todo un festín para mis amigos
voladores. Carne un poco dura, pero con bastante magra.
Cada vez se hacían mas y mas valientes y se
acercaban tanto a ver si la comida estaba fresca que sentíamos el silbido de
sus plumas por encima de nuestras cabezas. La presión aumentaba.
Por fin llegamos al fondo del barranco y lo primero que consideramos es levantar el dedo corazón apuntando al cielo dirigido a todos ellos. Sonrío al pensar en ello.
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El santuario se alza solitario y aparece de imprevisto, apenas resalta entre la densa espesura del bosque, las laderas sobre las que se apoyaba son auténticos precipicios verticales que se elevan metros y metros por encima, hacia el norte y el este.
Una cascada de agua cae desde lo alto. Apenas los rayos del
sol alcanzan a penetrar tal angostura entre los peñascos.
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Escucha… Es como si el silencio
pesase toneladas, como si ocupase todos los espacios disponibles, vestido de
gala: con un traje de paz, una pajarita de tranquilidad, zapatos de calma y
coronando su cabeza, el sosiego.
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Vagabundeamos
por los alrededores de la abadía.
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En el interior de
la pequeña iglesia incrustada bajo la roca, junto a la imagen de San Martín, brota una fuente a la que se le
atribuyen propiedades curativas.
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Sentarse en este circo de rocas es un
despilfarro de espiritualidad. La hiedra comparte rezos con un nogal, hay
rincones en los que los rododendros meditan concentrados en sus colores
fucsia, los musgos cubren los troncos con absoluta benevolencia y las hojas,
penitentes otoñales, se postran silenciosas ante tanta grandeza.
ESTE ESPACIO,
COMO TODO LUGAR SAGRADO,
IMPONE RESPETO.
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Bajo la cortina de agua levanto la vista.
Las gotas de agua saltan por millones convertidas en ínfimas
bolas de frescor, empeñadas en descargar su humedad de forma inmediata en
mi cara.
Está helada, lo propio en aguas que vienen del deshielo, de
la nieve acumulada en las cimas durante todo el invierno.
La SENSACIÓN es fabulosa
Tras tocar la campana y lanzar su tañido al viento, regresamos.
No nos gustaría escuchar el estruendo que sigue al resplandor del relámpago entre las verticalidades del cañón.
Retornamos después de esta
experiencia religiosa por el sendero menos expuesto, la senda de las burras. Un
sendero precioso, verde, de bosque apacible, sobre un tapiz de hojas que crujen
bajo nuestros pies, por donde la luz apenas se filtra entre las rendijas de los
árboles.
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nos vemos en la siguiente aventura
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